Muchas veces las mejores historias no son las de ciencia ficción o de fantasía sino aquellas que logran llegar a lo más sensible de nuestras vidas, las que tocan la realidad de una manera simple pero compleja.
Historia de un matrimonio (Marriage Story, 2019, Netflix) es un drama que logra abordar, mediante unas geniales actuaciones de Scarlett Johansson y de Adam Driver, el proceso de un divorcio, con toques clarososcuros, que están muy cerca de la autenticidad: abogados, peleas, agresión verbal, custodias, pensiones… y un largo etcétera que logran englobar perfectamente el proceso: un camino tortuoso y en donde ninguna de las partes, al final, gana del todo.
La crítica la ha recibido excelentemente tanto por ser una película emotiva como por sus actuaciones las cuáles logran retratar al amor y su separación de una forma sincera y cruda.
Sin duda la cinta tiene muchos ángulos y estos oscilan dependiendo de la historia personal de cada espectador porque los guiños, por llamarlos de algún modo, que se hacen a lo largo de la trama sobre las diferentes etapas de un divorcio, como una intensa pelea verbal entre los protagonistas -y su daño psicológico- no lo entenderá de la misma forma alguien que ha vivido un evento similar o un espectador que solo sabe de oídas sobre el proceso.
Los divorcios son tristes, dolorosos, ácidos, amargos y en ellos nunca puede existir un ganador aunque el dictamen legal diga lo contrario. A lo largo de esos procesos experimentamos el declive de las personas que se prometieron algún día amor eterno pero luego terminan incluso odiándose, o lastimándose de formas inenarrables e inimaginables.
Retomo la escena que te comentaba, amable lector, de una discusión que se convierte en una intensa pelea entre vaivenes de agresiones e insultos. Eso jamás lo podrá comprender del todo quién nunca ha estado inmiscuido en algo así.
Y creo que la magia de la película es esa: evocar recuerdos y remover heridas.
Un efecto impresionante pero aterrador que sin duda no puede dejarte indiferente.
“No es tan simple como ya no estar enamorada...“, esa frase, de Nicole Barber (personaje de Scarlett Johansson) con la que inicia a contar la historia de la ruptura de su matrimonio, es epifánica. Muchas veces, el filme trata de eso, separarse no es necesariamente sinónimo de haberse dejado de amar.
Las relaciones románticas son muy complicadas. Eso lo sabe Noah Baumbach (el director) y nos lo demuestra en toda la cinta: incluso, con amor, la vida en pareja no se vive en utopía.
Y por ende creo que podemos obtener lecciones valiosas con ella. La principal, sin duda, es vernos en el espejo del qué tan crueles podemos ser, con nuestras palabras, hacia las personas que decimos amar y así cuidar, un poco, al momento de discutir, aquello que decimos y que puede perforar perpetuamente su corazón.
Las guerras de palabras son horribles.
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Imágenes | Netflix