En el pasado he criticado al fútbol, especialmente al Mundial o eventos similares, pero no como deporte en sí o incluso como espectáculo sino como algo (un producto) que moviliza masas, es decir: el famoso “pan y circo” de los Romanos.
Quizá porque es un producto que puede manipular emociones. De hecho, en mi país (México), cuando la Selección Mexicana acude a uno de estos eventos, este es visto más que como una competición como un llamado para que todos los mexicanos nos unamos a tan “noble” causa.
Pero este año, en Rusia 2018, las cosas fueron diferentes porque viví una experiencia maravillosa. Por cuestiones de la escuela comencé a socializar con personas, remotamente, de otros continentes (Europa, Asia) y, aunque miré los partidos de México y otros juegos con amigos, el compartir opiniones y celebraciones vía mensajería instantánea con gente del otro lado del mundo transforma el juego en algo totalmente diferente.
Es algo mágico. Algo que rompe fronteras y culturas.
Porque sí, es genial vivir un juego con tus amigos en algún restaurante o en tu trabajo; y sí, usualmente un partido de la Selección Mexicana (en mi caso) tiende a disipar las diferentes pero, como menciono, traspasar las fronteras mediante un juego de fútbol es una sensación incomparable.
El “pan y circo” han quedado desfasados.
Sí. Sigue siendo un evento de entretenimiento masivo pero en el ámbito internacional el juego es algo más… es el medio mediante el cuál es planeta, al menos por noventa minutos, se une bajo la esperanza de un gol.
Pero sentir cómo las aparentes diferencias se disuelven cuándo ves un juego, gritas un gol, celebras una victoria o entristeces con la derrota es un sentimiento indescriptible porque descubres (realmente te haces consciente) de que todos formamos parte de la misma humanidad, algo que tristemente solo se recuerda durante el juego ya que una vez terminada la Copa Mundial, los conflictos políticos e ideológicos vuelven a la normalidad.
Sería fantástico que el “espíritu del fútbol” (la unidad que este genera) nos acompañara siempre.
Imagen | El Diario de Sevilla.