La dignidad como punto diferenciador del ser humano.

La idea de ser “imagen y semejanza de Dios” es una acepción aceptada (por cultura), pero con la que no se comulga, porque vivimos en un ambiente donde pensar en lo divino e incluso en lo trascendental es algo caduco y carente de relevancia. Y es por esto que necesitamos definir al ser humano, y a la persona, como entes dignos no únicamente por ser hombre o mujer, ni por ser “hijos de un dios” sino desde una antropología si bien no atea, sí con una visión más integral y acertada para la sociedad del siglo XXI, y generaciones venideras.