Sí, el título suena un poco medio geek pero el texto no tiene nada que ver con algoritmos o temáticas informáticas, al menos no en un sentido técnico.
Para bien o para mal, Whatsapp se ha vuelto sinónimo de comunicación vía mensajes o incluso voz. Es, como dicen, un mal necesario.
Recientemente vivió una actualización [el pasado 24 de febrero, 2017] con algunos cambios interesantes, pero en la cuál podemos encontrarnos con algunas cosas peligrosas, como son: 1) pérdida de privacidad, 2) problemas con amigos/familiares/jefes, 3) riesgo con los menores de edad y, 4) acoso o chantaje.
Nos enfocaremos a las que nos ayudan a reflexionar.
Como decía, la aplicación -que pertenece a Facebook- es una de las formas más habituales de comunicarse con otros. Incluso, pese a no ser segura, se emplea en los trabajos para la comunicación laboral.
Tu número móvil hace mucho que dejo de ser privado. No es opcional no compartirlo. Incluso los servicios de correo electrónicos o los bancos piden tu número para permitirte acceder a sus servicios. Facebook tiene tu teléfono, ya sea porque lo obtuvo mediante WhatsApp, o por la app de la red social en tu móvil o por Messenger.
Tu imagen de perfil de WhatsApp es casi omnipresente para cualquiera de tus contactos.
Ya habíamos aprendido a convivir con ello.
Aunque por medio de las opciones de privacidad se puede decidir si tus contactos pueden o no ver tu imagen… muy pocos hacen uso de la opción y, ya sea el meme de moda o una imagen graciosa, tu foto es vista tanto por tu tía que le entró a “eso del Whazap” como por tu jefe o el contacto que agregaste y que ya no recuerdas por qué.
No obstante a ello la empresa del señor Zuckerberg vio como buena idea trasladar el concepto millenial de comunicación (los mensajes efímeros) a una aplicación que, le gustara o no al dueño de Facebook, ha madurado hasta convertirse en un cierto tipo de SMS universal. Y por ende, es usada por gente desde los 8 hasta los 70 o más años y para todo tipo de comunicación, formal o informal.
¿Y qué pasa cuando juntas la opción de tontear con subirlo a una app que la usa ya sea tu ex, tu novia, tu jefe, tus tíos, tu abuelo? La respuesta es obvia.
Aunque existen configuraciones de privacidad, siendo sinceros, muy pocos las saben usar. Así que lo que subas lo verá, literalmente, cualquiera que tenga tu numero de teléfono.
¿Qué tal que avisas que estás enfermo al trabajo y horas después subes una foto en la playa, o crudo? Tu jefe entra casual al WhatsApp y te descubre… ya no es tan divertido, ¿no?
Tu estado en WhatsApp te habrá dado problemas.
Independientemente de si es ético o no mentir en tu trabajo, entra a la ecuación la privacidad, el derecho a ella y la cada vez más omnipresente Web que, con ciertas restricciones, puedes fácilmente configurar para determinar tu presencia en ella.
Es decir, una cosa es decidir a quién aceptas o no a Facebook (seleccionando al subir un contenido quién lo ve) aunque podría traerte consecuencias sociales (reclamos, sobre todo) y otra, muy diferente, es cuidar qué subes, supuestamente efímeramente (los estados en WhatsApp duran 24 horas) sin prever las consecuencias a ello porque ahora tu app para SMS es una mezcla súper rara y homogénea de red social, en donde no puedes decidir con facilidad a quién sí o no aceptar.
Tenemos derecho a la privacidad. Y que, aunque tu número sea público, lo que subas por medio de el, debería de seguir siendo privado sin temor a represalias.
Ahora más que nunca ten cuidado con lo que subes… y, más importante aún, precaución por medio de cuál app lo subes. No sabes quién podría verlo.
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